Que inconcientes somos a veces cuando miramos al otro. Nuestros ojos se tornan brillosos cuando observamos a esa falsa belleza que guardan ciertas personas, dicha belleza que, usando el mismo tipo de ceguera, contemplamos lejana. Nunca nos detuvimos a pensar que tan lejana puede estar esa guapeza que el otro aparenta poseer, mucho menos a razonar si realmente esa seuda-elegancia que les atribuimos es la que realmente necesitaramos para que nuestra vida se eleve a la maxima felicidad. Quizas siga siendo otro pichon que quiere volar como tantos por ahora, pero permitanme mostrarles mi seguridad sobre el tema: no existe dicha belleza.