Caen las primeras gotas. Todavía no he entrado en trance pero de a poco comienzo a sentir como se deslizan esas mismas gotas por lo poco que queda de mi cuerpo seco. Cuando me doy vuelta, encuentro la maquina de escribir situada inquieta, esperando que mis manos le den vida propia. Es esa misma maquina, la de ayer, la de hoy y la que seguramente mañana estará ahí esperando mi intervención. De a poco comienzo a interactuar con ella a partir de mis dedos mojados que intentan de alguna forma reflejar los innumerables caminos que recorren mi mente. Se torna complicado encontrar el comienzo, son tantas las cosas que quisiera decir que como si de un embotellamiento se tratara, las mismas se colocan desordenadamente y con prisa por salir.